Inauguramos el primer artículo de trasfondo (o lore como se llama ahora) del universo de Age of Sigmar. Miguel nos mostrará cronológicamente un resumen del trasfondo de Age of Sigmar hasta alcanzar la Guerra de las Almas y conectará el trasfondo oficial con el reto de pintura que comenzaremos en una semana: Campo de batalla Shyish.
El ‘Mundo-que-fue’ se hundió en las tinieblas. El Caos arrasó todo lo que encontró a su paso y ni siquiera los dioses pudieron hacerle frente. Ocurrió hace eones, en un tiempo ya desmemoriado.
El Dios-Rey Sigmar fue salvado por Dracothion, el Gran Dragón, de la destrucción de aquel mundo. Fue llevado hasta los Ocho Reinos donde ahora reside, sentado en su trono relampagueante de Hysh. Durante aquella primera edad, llamada Era de los Mitos, Sigmar formó un Panteón con todos aquellos dioses que se salvaron de la destrucción del ‘Mundo-que-fue’. Cada uno de estos dioses fue el encargado de proteger cada uno de los Ocho Reinos, formando una alianza débil pero duradera que solo podría ser rota por traición o por celos de poder…
Incluso Nagash, el gran dios de la muerte, fue parte de ese Panteón de Sigmar, siendo el encargado de proteger y reinar sobre el Reino de Shyish.
Pero entonces llegó el Caos. Los Dioses Oscuros no descansan, y viendo la civilización y el orden impuesto en los Reinos, decidieron cazar a todo lo que se moviera, ya fuese mortal… o no muerto.
Esta nueva edad se conoció como Era del Caos, y la vida en los Ocho Reinos Mortales se convirtió en un infierno viviente, toda esperanza de paz desgarrada como una fragil tela. El Caos invadió todo territorio, esclavizó y aniquiló hasta extasiarse; incluso los propios Reinos cambiaron, retorciéndose como lugares corrompidos de odio, putrefacción y excesos. Hombres honestos luchaban contra sus hermanos, sacerdotes de dioses muertos dirigían sus oraciones hacia poderes malignos más allá de su comprensión.
La rotura del Panteón
Los dioses aelves Tyrion, Teclis y Malerion fueron distanciándose cada vez más de Sigmar, persiguiendo sus propios objetivos para recuperar las almas perdidas de los aelves caídos en el ‘Mundo-que-fue’.
El dios Duardin, Grungni, el gran forjador, decidió quedarse al lado de Sigmar incluso mientras veía cómo sus pueblos eran aniquilados en las montañas. Muchos de ellos huyeron por el aire, desarrollando nuevas tecnologías nunca vistas. Estos fueron los enanos después llamados Kharadron Overlors. Grungni no supo explicarles cómo les intentaba ayudar sin prestarles ayuda, lo que hizo que se culpase de la casi completa destrucción de su pueblo. Dejó de ser el dios-forjador para Sigmar y se convirtió en leyenda… ni siquiera los más avezados exploradores Duardin saben ahora mismo su ubicación o siquiera si sigue vivo.
El dios Orruk Gorkamorka, defendiendo su Reino de Ghur contra el Caos, no pudo evitar su violenta naturaleza y decidió realizar un nuevo Waaagh! a través de la realidad de todos los Reinos. Esta gigantesca y bárbara cruzada Orruk se denominó el Gran Waaagh!, y todos los lazos que unían a Gorkamorka con Sigmar y su Panteón se volatilizaron por completo.
Alarielle, la diosa de la naturaleza, el ser que hacía florecer la tierra por donde pisaba, vio cómo su Reino Ghyran era devastado por la descomposión del dios del Caos Nurgle. Demasiado tarde para poder hacer nada, abandonó el Panteón de Sigmar y se recluyó con sus últimas tropas en el valle oculto de Athelwyrd, donde se preparó para lo peor, sabiendo que el corazón de Ghyran había sido infectado de muerte por la pobredumbre de Nurgle.
Con el Panteón disgregado, las opciones salvarse de los Ocho Reinos se vieron truncadas hasta no tener esperanza alguna.
La Batalla de los Cielos Ardientes
De todas las grandes batallas surgidas del embite bestial del Caos, dos de ellas cambiaron el curso de la historia de los Ocho Reinos para siempre:
En la Batalla de la Puerta de los Huesos, en Shysh, Reino de la Muerte, el gran caudillo del Caos Archaon envió a través de la Puerta un ejército compuesto por decenas de miles de bárbaros, por sus guerreros de élite Caballeros Varanguard, por legiones de demonios llamados por los Gaunt Summoners y por varios clanes Skaven. Aunque Nagash llegó a tiempo a Shysh para detener el avance de Archaon, sus pérdidas fueron incontables. Su supuesto aliado, Sigmar, no fue visto en batalla, aunque envió a sus legiones de Azyrite a Shysh, las cuales fueron repentinamente atacadas por las fuerzas de Nagash. La no aparición en batalla de Sigmar, y el ataque repentino de sus supuestos aliados hizo mella en la alianza entre Sigmar y Nagash, el odio y la rabia sintiéndose a cientos de kilómetros. Pero esta batalla fue apenas una escaramuza en comparación con lo que ocurrió a continuación.
Archaon, sediento de sangre después de la Batalla de la Puerta de los Huesos, puso rumbo al Reino de Aqshy. Juntó en una sola bandera a varios Grandes Demonios, separados habían sido vencidos pero juntos serían imbatibles.
En las llanuras de fuego de Aqhsy se dieron cita los mejores ejércitos del Caos y de la Alianza de Sigmar. Los grandes hechiceros de Archaon abrieron un portal directo al Reino del Caos y se desató la furia. Sigmar, las 12 tribus de bárbaros de Bellicos, los Duardin, Aelves en brillantes armaduras, Orruks hambrientos de combate y filas de muertos vivientes lucharon codo con codo contra demonios, guerreros del Caos, Skavens y grandes señores de la destrucción bajo la bandera del Caos.
Nagash invocó grandes huestes de no-muertos, Gorkamorka luchaba con un odio ancestral abriendo agujeros en las filas del Caos, la luz chirriante de Teclis destruía grandes bestias y el divino martillo de Sigmar, el Ghal Maraz, impactaba en los enemigos con una fuerza meteórica.
Pero Sigmar fue engañado; sabiendo que la espada caótica de Archaon, la Asesina de Reyes, podía incluso aniquilar a un dios como él, decidió lanzar a Ghal Maraz a distancia. Archaon había dispuesto una ilusión conjurada por sus Gaunt Summoners, y el Martillo no fue dirigido a él, sino directamente a una grieta en la realidad, donde fue atrapado.
Los cielos se abrieron y el corazón del Dios-Rey pareció latir con menos fuerza. La risa de Archaon se oyó atronadora ese día, y la batalla poco a poco fue decayendo, las fuerzas del Orden decimadas con cada segundo que pasaba. Sigmar culpó a sus aliados tanto como a él mismo.
La Batalla concluyó en el momento en el que Sigmar volvió al Reino de Azyr, selló las Puertas de Azyr tras de sí y se lamentó de sus enormes pérdidas.
Los Dioses Oscuros reían triunfales, sabiendo que no existía fuerza alguna capaz de destronarles ni arrebatarles los Ocho Reinos, ahora suyos.
Pero en el horizonte, aún fuera de toda esperanza, oscuras nubes de tormenta se reunían lentamente…